Bogota_Los seres humanos somos animales de hábitos y costumbres; parte importante de nuestros procesos educativos consiste precisamente en tratar de adquirir las formas que nuestros padres y maestros consideraban adecuadas y correctas de hacer las cosas; cuando se ha adquirido un hábito, este nos predispone a actuar o realizar una tarea siempre del mismo modo, con poco o ningún raciocinio, ahorrándonos esfuerzo y energía.
En las empresas no solamente desarrollamos hábitos de trabajo, sino que establecemos formas precisas y hasta documentadas de hacer las cosas, como sucede en los procesos de certificación. Y es común que se piense y se diga que si a lo largo de los años algo se ha hecho de determinada manera y ha funcionado, para qué se va a cambiar, desalentando así cualquier intento de pensar en la posibilidad de buscar mayor eficiencia en los procesos.
En otras palabras, nos habituamos a hacer las cosas de una determinada manera porque ahorramos esfuerzo y porque nos incomoda y especialmente nos atemoriza la posibilidad de tener que cambiarlas.
Estanislao Bachrach, profesor de biotecnología, innovación y emprendimiento, dice que el cerebro está jalonado por dos mundos: uno que nos pide todo el tiempo descansar, para ahorrar energía y otro que es movido por la curiosidad y que nos lleva a preguntarnos cómo funcionan las cosas y cómo podríamos hacerlas mejor. Gracias a esa curiosidad, afirma, es que el mundo ha llegado a donde está.
Entre más cómoda se sienta una persona en su entorno funcional, que es lo que denominamos “zona de confort”, más difícil le será tomar la decisión de poner nuevamente en marcha su capacidad creativa, en la búsqueda de nuevas y mejores formas de hacer las cosas.
Por lo general son las crisis las que más rápidamente nos hacen reaccionar y abandonar ese estado de aletargamiento en que se cae con facilidad, cuando todo parece andar bien. De hecho y como también lo menciona el profesor Bachrach, “cuando el cerebro encuentra la solución a un problema o encuentra que algo está bien, deja automáticamente de buscar nuevas soluciones y alternativas”, por lo que somos propensos a dejarnos atrapar por la rutina en nuestra zona de confort.
Llevar a los equipos de trabajo a ser creativos y a no habituarse a la comodidad requiere principalmente de una motivación permanente que los invite a mantener activa la imaginación, para lo cual es fundamental el intercambio de ideas, la lectura de documentos investigativos y la participación en congresos, seminarios, charlas y conferencias.
Pero si queremos tener un equipo altamente creativo, es necesario tener en cuenta los que revela Xavier Marcet, un conocido asesor empresarial español y profesor universitario, experto en el campo de la innovación: “las personas creativas en las empresas, son por lo general personas felices, aquellas que disfrutan de su trabajo”. En esto coincide con el profesor Bachrach, que afirma que “una persona que es maltratada, a la que le pagan mal y que además tiene un jefe, nunca va a ser la más creativa, por más de que se empleen en ella las mejores técnicas del mundo”.
En una conferencia, el profesor Bachrach hace referencia al estudio realizado con las 96 personas consideradas como más creativas de mundo, entre las que se encuentran genios como Einstein, Edison, Davinci, Picasso y otros. “Lo único que encuentran en común entre ellos”, afirma, “es el disfrute e intención en lo que están haciendo”, lo cual nos lleva a la conclusión de que las personas son especialmente creativas en aquellas actividades que les son agradables. Esto debe asociarse con la importancia de ubicar a cada trabajador en el área para la que tiene preparación y en la que siente que puede realizarse profesionalmente.
Salir de la zona de confort es fundamentalmente una decisión personal de cambio, un deseo de superación, de atreverse a experimentar otras alternativas, de expandir los límites y dar rienda suelta a la curiosidad e imaginación. Es romper las barreras mentales que hemos creado y que nos impiden aventurarnos por nuevos caminos, correr riesgos y superar el temor natural a lo desconocido y especialmente al fracaso.
Fernando Albán Díaz del Castillo