Los retos del crecimiento y la competitividad

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El salto para que la economía crezca por encima del 6% depende más de políticas de Estado que de Gobierno.

Quizás la más destacada conclusión de la teoría economía del desarrollo en las últimas décadas es la siguiente: no existen recetas mágicas que lleven al desarrollo. La idea del consenso de Washington de que había un conjunto de reglas simples sobre estabilización, liberalización y mercados que, aplicadas correctamente, garantizaban el crecimiento, ha resultado ser falaz. 

Contra la expectativa de que un conjunto estándar de reformas producirían el salto, lo que se observa en la evolución reciente de las economías emergentes es, de una parte, que su suerte sigue atada a las condiciones coyunturales que gobiernan la evolución de la economía mundial; y de otra, que aquellas experiencias exitosas de crecimiento son precisamente las que han ido en alguna medida contra la sabiduría convencional, manteniendo diversos grados de protección y de intervención estatal, como es el caso de China, India o Vietnam.

Ahora que las condiciones excepcionales que favorecieron el desempeño de las economías latinoamericanas después del 2009 parecen estar difuminándose, es necesario volver de nuevo a la reflexión fundamental sobre las políticas de crecimiento y competitividad. 

Algunas observaciones son pertinentes: en primer lugar, el salto de una economía a niveles superiores de desarrollo requiere políticas de Estado más que políticas de gobierno. Pero las instancias políticas existentes parecen estar demasiado comprometidas con el presente, y la perspectiva de largo plazo parece sufrir de abandono. 

Será pues necesario rescatar la dimensión del largo plazo, construyendo una agenda de país posible, en el horizonte de 20 o 30 años, que oriente las acciones presentes y las proyecte a su dimensión futura.

Los temas de la agenda
Esa agenda deberá definir los temas esenciales del desarrollo, estableciendo ante todo el sueño posible de país que queremos: qué tipo de sociedad esperamos tener, y cuál la forma de ejercer justicia en ella; qué tipo y nivel de educación deseamos para nuestros hijos; cuál es la infraestructura que nos permitirá ser competitivos; y cómo haremos compatibles la prosperidad presente con la sostenibilidad futura, tanto en temas ambientales como en el arbitraje entre los grupos de interés dominantes en la sociedad y las distintas minorías.

Paralelamente deberemos definir nuestro patrón de diversificación productiva: a qué dedicaremos nuestro capital físico y nuestro capital humano, y cómo apoyaremos las transformaciones estructurales requeridas. En otras palabras: qué ventajas competitivas queremos y podemos desarrollar, y cómo las haremos posibles.

La estabilidad macroeconómica y monetaria, y la apertura hacia nuevos mercados son, sin duda, condiciones necesarias del proceso de crecimiento. Hemos avanzado mucho en ello, pero no constituyen en sí mismas garantías de éxito. Sólo el desarrollo de la agenda de temas esenciales y la implementación del patrón deseado de diversificación productiva permitirán generar una secuencia de episodios acelerados de crecimiento, que transforme nuestra sociedad.

Docente del Departamento de Economía de la Universidad Eafit.

Fuente: 
El Colombiano

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Circular No.
031 – 2022

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