Lejos del consenso

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El Presidente radicalizó un discurso que aleja las opciones de consenso para sus reformas y la paz.

El presidente Gustavo Petro cumplió su propósito: abrirse espacio en el tradicional Día de los Trabajadores –a pesar del enojo de algunos sindicatos– para defender las causas de su gobierno, abogar por las reformas en el Congreso, conminar a sus ministros e insistir en un proceso constituyente. Lo hizo en una plaza de Bolívar llena, en la que confluyeron sindicatos y organizaciones sociales en medio de un día alejado de las lluvias, que tanto se reclaman por estos días.

Sin embargo, desde el inicio, el discurso se convirtió en una diatriba confrontacional, como respuesta a la marcha multitudinaria del pasado 21 de abril, liderada por diversos sectores de la sociedad, entre ellos la oposición, pero a la que el primer mandatario decidió graduar de enemiga y responsable de frenar los cambios que el país reclama. Más grave aún fue el anuncio del rompimiento de relaciones con Israel, cuyas consecuencias están por verse.

Por el tono y el contenido, hay que advertir que luego de los retiros espirituales de Paipa, el fin de semana, Petro optó por la versión de mandatario radical en sus posiciones y desafiante en un país que debe gobernar para todos, lo que aleja cada vez más las posibilidades de un diálogo nacional que sea efectivo y permita generar las reformas que se necesitan, pero sobre la base del consenso y no de la imposición.

Con su intervención de ayer, de más de una hora, el Presidente divide aún más a la nación. Y sus ministros, el equipo que él mismo conformó, vuelven a quedar bajo la amenaza de ‘dar un paso al costado’ si no hacen de su actividad diaria ya no un trabajo apegado a la institucionalidad, sino obsecuente a los postulados de un jefe de Estado que ayer dejó estéril, de forma definitiva, lo que alguna vez llamó el gran acuerdo nacional.

Y como estaba previsto –lo que también fue motivo de amplia discusión del cónclave del fin de semana–, el Presidente de la República reiteró su deseo de “levantar la bandera del poder constituyente”, no para reelegirse, insistió, sino para perpetuar el legado de un gobierno que selle la paz, saque adelante las reformas y promueva la justicia social.

Es decir, el mandatario sigue sin dar muestra de acogerse al marco institucional que establece las reglas de juego para cualquier cambio en la Constitución. A eso se suma su obsesión de no querer reconocer a un amplio sector de la sociedad que, como se demostró el 21 de abril, también pide ser tenido en cuenta en estos debates.

Desde este espacio hemos reiterado la necesidad de las reformas que plantea el Ejecutivo para la salud, el trabajo, la educación, pero consultadas con el Congreso y en el marco de una negociación en la cual queden representados todos los sectores involucrados. De lo contrario, el avance de estas será tortuoso. En ese contexto se anuncia ahora el objetivo del Presidente de aprobar normas en el Congreso para forzar la inversión privada, algo que en primera instancia se percibe como restrictivo de las libertades empresariales. 

Finalmente, no sobra señalar que en su discurso de ayer el Presidente no aludió de forma directa a las cifras del desempleo, que creció y se ubicó en 11,3 por ciento. Ese es solo uno de los enormes desafíos del país que se deben enfrentar con discursos integradores y no profundizando la división.

 

Fuente: 
El Tiempo

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031 – 2022

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