Análisis/Comunicar en tiempos de paz

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La paz debe darse en muchos otros escenarios y los medios de comunicación, junto con el empresariado, deberían ser parte de un proceso de transformación, en el cual lo positivo sea tan importante como lo denunciable o lo reprochable.

La inseguridad ciudadana, las Bacrim, los atentados a la infraestructura y los escándalos de corrupción siguen siendo parte de nuestra realidad. Los enfrentamientos públicos entre senadores, los hackers, las denuncias e investigaciones de las ‘ías’, los escándalos de corrupción, los hallazgos de las superintendencias, y el uso indebido o incorrecto de los recursos públicos son el pan diario. Varios de estos temas, en últimas, expresan formas de violencia agazapada.

Algunas en forma de agravios, otras en forma de mentiras y desinformación, o simplemente con manifestaciones de irrespeto hacia lo público, que parece ser de nadie, pero que en realidad es de todos.

En la academia y entre comunicadores siempre nos cuestionamos por qué hay tanto espacio para lo malo y nunca hay lugar para lo bueno. La respuesta frecuente y tristemente tajante: “porque las buenas noticias no generan rating o suscripciones, o porque la noticia no tiene la suficiente fuerza e impacto como para ganarse el protagonismo…”. Las buenas noticias, también son noticia, pero su impacto, su relevancia, y su trascendencia deben ser superiores para ganarse el espacio. Por eso se requieren más acciones, más hechos concretos cuantificables y menos mensajes o campañas.

En los últimos cuatro años, las noticias económicas (inversiones, emisiones de acciones, adquisiciones, llegada al país de marcas internacionales, calificaciones de riesgo a la baja, crecimiento del PIB, entre otras) han ganado terreno, pero aún no logran superar en número a las múltiples noticias que ciertamente reflejan el lado negativo de la realidad nacional.

Los espacios dedicados al arte y la cultura son casi inexistentes; los medios que cubren temas de sostenibilidad y responsabilidad social tienen serias dificultades para conseguir pauta, la cual consiguen en los mismos protagonistas de sus noticias; los medios con énfasis ambiental tienen más argumentos para aportar al debate que soluciones a las disyuntivas en esta materia. No parecen existir grandes medios de innovación y emprendimiento, no existen espacios dedicados a las buenas noticias que, a diario, suceden en el país, y aquellas que logran ganarse el espacio en la parrilla de contenidos, fácilmente se pueden diluir en un mar de noticias negativas.

Y, por si fuera poco, las columnas y los editoriales de los grandes medios permanentemente son vehículos de denuncia y no de reflexión. En pocas palabras, en Colombia no hay espacio para las noticias que promueven y generan la paz.

Gracias a la Andi y a un grupo de empresas del sector privado, está de moda hablar de ser capaces de lograr la paz. Ese es un primer e importante paso que ojalá se materialice en acciones concretas en favor de la paz, que trasciendan al mundo de las campañas publicitarias y la unidad industrial.

La paz no es solo cuestión de firmar un acuerdo en La Habana o de iniciar una campaña que toque la ‘fibra’ de los colombianos. La paz debe darse en muchos otros escenarios y los medios de comunicación, junto con el empresariado, deberían ser parte de un proceso de transformación, en el cual lo positivo sea tan importante como lo denunciable o lo reprochable.

Estamos ante una oportunidad histórica de promover una cultura de acciones y contenidos, en los cuales las buenas noticias ocupen las portadas y no las páginas interiores, de fomentar una verdadera conciencia social y evitar que otros, que no necesariamente fomentan la guerra, dejen de promover la ausencia de la paz.

Los colombianos y, en especial, quienes nos dedicamos a la comunicación, soñamos con un país donde los medios no tengan que ejercer prioritariamente como mecanismo de denuncia, donde una noticia sea tan positiva que le gane la portada a un debate sobre paramilitarismo entre senadores; soñamos con noticieros en las que imágenes se queden en la memoria de nuestros hijos y donde no sea necesario que las vean en compañía de un adulto responsable.

La paz no es solo un acuerdo con un grupo al margen de la ley, la paz es un compromiso de todos, y los medios de comunicación –entendidos como canales idóneos con acceso masivo a la población– pueden hacer un inmenso aporte al fomentar un verdadero proceso de transformación, en el que la paz tenga un significado mucho más amplio, con acciones y resultados cuantificables por parte de los demás actores de la sociedad, incluidos los empresarios.

Bienvenidas las campañas en pro de la paz, pero nos urgen más acciones de paz, más allá de los medios, más allá de la intención y de los mensajes. Tenemos que ser capaces de ello.

Jorge Del Castillo
Vicepresidente ejecutivo de Dattis

Fuente: 
Portafolio

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Circular No.
031 – 2022

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